sábado, 12 de julio de 2014

Voces en la cabeza

          Se levantó como casi todas las mañanas dispuesto a encontrar un trabajo, pero ese día sintió unas fuerzas enormes, un impulso que lo llevó directamente hacia un gran edificio, los últimos pisos los ocupaban la empresa Sub Con. Se miró en el espejo del ascensor y se acomodó la corbata varias veces, al abrirse la puerta se acercó a la recepcionista quien apenás lo vió se levantó y le dijo:
-Sr, Prada.. lo estábamos esperando, pase por acá.
          Parecía un sueño, era el lugar ideal de trabajo y conocían su nombre, quizás en uno de los tantos meses que repartió sus currículums dejó uno ahí sin darse cuenta. La recepcionista se detiene frente a una gan puerta doble de roble y le hace señas de que pase. La oficina era tan grande y su alfombra blanca tan mullida que parecía estar en una gran nube. El hombre de la oficina se acercó dando grandes zancadas que la tupida alfombra enmudecían y le extendió la mano
-Sr Prada, pase por acá, espero que le gusten nuestras instalaciones.
-En verdad desde afuera no parece tan grande. Me encantaría trabajar acá cuánto antes..
-Si es por eso no se preocupe, ya lo está haciendo. Mi nombre es Pablo y antes de empezar a trabajar le voy a hacer unas preguntitas personales..
-Ningun problema- se sentó, se acomodó el saco y lo miró nerviosamente
-Ud, escucha voces? Digo, voces que lo aconsejan..
-Ud me pregunta si estoy loco o algo parecido? No entiendo, además no creo que alguien se siente en una entrevista y reconozca que las escucha.
-No, no, perdón, me expresé mal. Hablo de su subconciente, muchos le dicen así... Ud tiene uno?
-Sí, digamos que a veces pienso las cosas como si fuese otro y me digo lo que me conviene o no..
-Nunca pensó Sr Prada que esas “voces” no son Ud, que es gente que la aconseja?
-No, en verdad no.. No lo entiendo Sr Pablo.
-Me explico, le hablo de gente que le dice que es lo que le conviene o no dentro de su cabeza. Por su presencia, su educación y su elegancia y cuidado me atrevería a decirle que la mayoría de la gente que le aconseja a Ud tiene más de 40 años y la mayoría son mujeres.
-Ud me habla enserio??
-Sí, totalmente. Tengo gente asesorada por chicos y me doy cuenta enseguida por la cantidad de caprichos y berretines. Tienen casi 35 y viven con los padres, se visten como sus sobrinos. La gente les dice inmaduros..
-Pero, a que viene todo eso? Yo vine por un trabajo creo..
-Eso es lo que le estamos ofreciendo en este momento. Ud junto a un grupo de personas va a ser el “subconciente”, como le dicen Uds, de alguien.
-Pero para ser el subconciente de alguien tengo que estar muerto, no? -le dijo burlándose-
-Ya lo está Sr Prada, Ud murió anoche..

          Miró por la ventana que estaba detrás del Sr Pablo y vió que no había nada abajo, ni calles, ni edificios, nada. Estaba en una gran oficina blanca sobre una nube tan suave que parecía una alfombra mullida.

viernes, 4 de julio de 2014

Sin dejar marcas

           No pude evitarlo, siempre fué parte de mí. Todo comenzó en mi infancia cuando la adrenalina me envolvía mientras leía novelas de detectives. Con el tiempo me fuí dando cuenta que más que el papel del héroe me atraía el del asesino, ante cada muerte me detenía a revisar como hubiese actuado yo en ese momento, como hubiese ocultado los detalles o desviado la atención hacia otra persona. Ya no me preocupaba resolver el crimen, la diversión la encontraba tratando de escapar imaginariamente de la ley. En la adolescencia cometía pequeños delitos insignificantes para volver loca a la policía pero ante los verdaderos crímenes los míos perdían importancia en cuestión de horas, entonces fué cuando lo planée..
          El primer asesinato lo cometí en una playa. Elegí un lugar solitario y apartado donde no haya pisadas, esos lugares donde van solo las parejas a hacer el amor a escondidas o llegan los solitarios que buscan un lugar tranquilo para leer o simplemente descansar de la gente. Me senté con mi heladera portátil sobre las rocas y desde ahí ví que no había ni una huella cercana sobre la caliente arena. A unos cien metros venía un adolescente caminando y me arrodillé sobre la roca. Cuando lo tuve a unos 20 metros abrí la heladera y saqué unas puntas de hielo que había preparado como si fuesen un helado con una larga varilla anexadas, puse una sobre la ballesta y apunté directo al pecho. Bastó solo una flecha, el joven salió despedido y cayó sobre la arena a la vez que por el impacto la varilla se despedía del hielo que había abierto un hoyo a la altura del corazón.
          Me retiré unos metros y me quedé observando hasta que lo encontraron. El lugar fué vallado y no encontraron huellas de otra persona a 100 metros de donde se encontró el cadaver y tampoco supieron con que elemento había sido asesinado. El meterme en sus cabezas tratando de descifrar el caso me causó un placer tan grande que desde ese momento no pude parar. Maté a personas sin dejar ningún rastro durante diez años y soy el asesino serial más buscado en la historia. En todos mis crímenes dejo mi firma, un cisne de papel. Lo que más me divertía era volverlos locos, atacar solo un grupo étnico o religioso para que la policía investigue hacia un lado y después hacer todo lo contrario. Durante unos meses solo mujeres, después hombres, después cambiaba a preferencias sexuales y así durante una decada.
Fuera de eso tenía una vida normal, trabajaba, tenía una novia, practicaba deportes con amigos. Nada podía decir que yo era el tipo del perfil al que buscaban. Hace 5 años me casé con la mujer más hermosa que haya visto en mi vida y durante los primeros 3 años la pasión fueron ella y mi hijo que nació el día del aniversario de nuestra boda. Pero después ella se dedicó solo a ser madre. Su carácter no era el mismo, estaba distante y la mayor parte del tiempo estaba con el bebé o hablando con sus amigas que eran madres primerizas como ella comparando consistencias de cacas y horas de sueño. Ahí cometí el gran error que me llevó a terminar con mi carrera de asesino invisible durante más de 10 años y 38 víctimas. Tuve un amorío. A ella la conocí de casualidad tomando un café en la vereda de un bar, le guiñé un ojo como a cualquier mujer hermosa que pasa y mira, sin imaginar que me iba a sonreir. Siguió de largo y cuando se dió vuelta le señalé la silla vacía a mi lado sin imaginar que iba a aceptar la invitación y tampoco que íbamos a vernos casi todas las tardes durante los últimos meses.
          Una noche cometí el último de los asesinatos silenciosos. Fatal, certero, friamente calculado y que haria desviar la investigación de nuevo hacia otro lado. Salí del trabajo y en un lugar abandonado me vestí de mujer. Me dirigí hasta un shopping y me paseé delante de todos los locales con sistemas de cámaras y me detuve un instante frente a las mismas siempre mirando hacia abajo para que no se vea mi rostro. Luego me dirigí al estacionamiento del subsuelo y cuando ví a mi víctima me abalance sobre ella y la maté de un certero cuchillazo delante de las cámaras y le arrojé en el pecho un cisne de papel. Pensaba divertirme todo el fin de semana viendo como hacían el perfil de una asesina serial en los canales de noticias. Después me cambié dentro de un auto y me fuí a ver a mi amante como todas las tardes. Para las 21 estaba cenando en casa disfrutando de las imágenes que se convirtieron casi en cadena nacional, una mujer había sido identificada como la asesina. No me imaginé que todo terminaría esa noche.

          Mientras estaba terminando la cena mi esposa se acerca lentamente y veo que su cara se transforma, me arrojó el vaso de agua a la cara y empieza a gritarme que era una basura, que tenía una marca de lapiz labial en el hombro y decidí contarle todo. Le hablé de mis primeros asesinatos, de mis tácticas para distraer las investigaciones y le señalé la teve diciéndole que esa mujer asesina era yo disfrazado. Que había dejado de matar desde que la conocí pero desde que se dedica solamente a nuestro hijo volví a las andadas. Me miró fijo y me pidió por favor que pare con eso, que no mate más a nadie y prometimos rehacer nuestra pareja. En verdad la amaba y preferí decirle eso y que me vea como un asesino y no contarle que la engaño y que piense que soy un hijo de puta.