No pude evitarlo, siempre fué parte de
mí. Todo comenzó en mi infancia cuando la adrenalina me envolvía
mientras leía novelas de detectives. Con el tiempo me fuí dando
cuenta que más que el papel del héroe me atraía el del asesino,
ante cada muerte me detenía a revisar como hubiese actuado yo en ese
momento, como hubiese ocultado los detalles o desviado la atención
hacia otra persona. Ya no me preocupaba resolver el crimen, la
diversión la encontraba tratando de escapar imaginariamente de la
ley. En la adolescencia cometía pequeños delitos insignificantes
para volver loca a la policía pero ante los verdaderos crímenes
los míos perdían importancia en cuestión de horas, entonces fué
cuando lo planée..
El primer asesinato lo cometí en una
playa. Elegí un lugar solitario y apartado donde no haya pisadas,
esos lugares donde van solo las parejas a hacer el amor a escondidas
o llegan los solitarios que buscan un lugar tranquilo para leer o
simplemente descansar de la gente. Me senté con mi heladera portátil
sobre las rocas y desde ahí ví que no había ni una huella cercana
sobre la caliente arena. A unos cien metros venía un adolescente
caminando y me arrodillé sobre la roca. Cuando lo tuve a unos 20
metros abrí la heladera y saqué unas puntas de hielo que había
preparado como si fuesen un helado con una larga varilla anexadas,
puse una sobre la ballesta y apunté directo al pecho. Bastó solo
una flecha, el joven salió despedido y cayó sobre la arena a la vez
que por el impacto la varilla se despedía del hielo que había
abierto un hoyo a la altura del corazón.
Me retiré unos metros y me quedé
observando hasta que lo encontraron. El lugar fué vallado y no
encontraron huellas de otra persona a 100 metros de donde se encontró
el cadaver y tampoco supieron con que elemento había sido asesinado.
El meterme en sus cabezas tratando de descifrar el caso me causó un
placer tan grande que desde ese momento no pude parar. Maté a
personas sin dejar ningún rastro durante diez años y soy el asesino
serial más buscado en la historia. En todos mis crímenes dejo mi
firma, un cisne de papel. Lo que más me divertía era volverlos
locos, atacar solo un grupo étnico o religioso para que la policía
investigue hacia un lado y después hacer todo lo contrario. Durante
unos meses solo mujeres, después hombres, después cambiaba a
preferencias sexuales y así durante una decada.
Fuera de eso tenía una vida normal,
trabajaba, tenía una novia, practicaba deportes con amigos. Nada
podía decir que yo era el tipo del perfil al que buscaban. Hace 5
años me casé con la mujer más hermosa que haya visto en mi vida y
durante los primeros 3 años la pasión fueron ella y mi hijo que
nació el día del aniversario de nuestra boda. Pero después ella se
dedicó solo a ser madre. Su carácter no era el mismo, estaba
distante y la mayor parte del tiempo estaba con el bebé o hablando
con sus amigas que eran madres primerizas como ella comparando
consistencias de cacas y horas de sueño. Ahí cometí el gran error
que me llevó a terminar con mi carrera de asesino invisible durante
más de 10 años y 38 víctimas. Tuve un amorío. A ella la conocí
de casualidad tomando un café en la vereda de un bar, le guiñé un
ojo como a cualquier mujer hermosa que pasa y mira, sin imaginar que
me iba a sonreir. Siguió de largo y cuando se dió vuelta le señalé
la silla vacía a mi lado sin imaginar que iba a aceptar la
invitación y tampoco que íbamos a vernos casi todas las tardes
durante los últimos meses.
Una noche cometí el último de los
asesinatos silenciosos. Fatal, certero, friamente calculado y que
haria desviar la investigación de nuevo hacia otro lado. Salí del
trabajo y en un lugar abandonado me vestí de mujer. Me dirigí hasta
un shopping y me paseé delante de todos los locales con sistemas de
cámaras y me detuve un instante frente a las mismas siempre mirando
hacia abajo para que no se vea mi rostro. Luego me dirigí al
estacionamiento del subsuelo y cuando ví a mi víctima me abalance
sobre ella y la maté de un certero cuchillazo delante de las cámaras
y le arrojé en el pecho un cisne de papel. Pensaba divertirme todo
el fin de semana viendo como hacían el perfil de una asesina serial
en los canales de noticias. Después me cambié dentro de un auto y
me fuí a ver a mi amante como todas las tardes. Para las 21 estaba
cenando en casa disfrutando de las imágenes que se convirtieron casi
en cadena nacional, una mujer había sido identificada como la
asesina. No me imaginé que todo terminaría esa noche.
Mientras estaba terminando la cena mi
esposa se acerca lentamente y veo que su cara se transforma, me
arrojó el vaso de agua a la cara y empieza a gritarme que era una
basura, que tenía una marca de lapiz labial en el hombro y decidí
contarle todo. Le hablé de mis primeros asesinatos, de mis tácticas
para distraer las investigaciones y le señalé la teve diciéndole
que esa mujer asesina era yo disfrazado. Que había dejado de matar
desde que la conocí pero desde que se dedica solamente a nuestro
hijo volví a las andadas. Me miró fijo y me pidió por favor que
pare con eso, que no mate más a nadie y prometimos rehacer nuestra
pareja. En verdad la amaba y preferí decirle eso y que me vea como
un asesino y no contarle que la engaño y que piense que soy un hijo
de puta.
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