Entró a la oficina y dejó sus cosas sobre
la mullida alfombra. Cerró la puerta para que nadie lo moleste mientras
trabajaba y se asomó a la ventana, estaba en el piso 20 y cuando miró hacia
abajo sintió que el asfalto se acercó y se alejó de golpe. Era la primera
impresión que tenía siempre que estaba en las alturas pero eso no lo iba a
hacer retroceder en su decisión. Metió la mano en sus bolsillos y los vació
sobre el escritorio, no quería que nada caiga al vacío cuando asome a la cornisa.
Abrió la billetera y buscó entre los compartimientos y ahí estaban, dos
pequeñas fotos. En una estaba su pareja a la que le había prometido que nunca
le faltaría nada, no estaban mal pero a veces tenía que evitar ciertos gastos
como por ejemplo comer en horario de trabajo o dejar de concurrir a cenas de
amigos. Esto fué lo primero que hizo cuando ella quedó embarazada para poder
comprar la ropa que iba necesitando a medida que su panza crecía, y para juntar
plata para la cunita y la ropa del futuro bebé .
Durante
ese tiempo con ahorros y un par de horas extras pudo cubrir lo básico, pero
hace un mes se dió cuenta que la cosa no daba para más. Le dijo a su esposa que
si algún día les faltaba algo cometería una locura y estaba a punto de
cometerla. Su hermosa hija había empezado a crecer y necesitaba ropa linda,
juguetes, muñecas y adornitos para que se vea como la princesa que era. En
verdad en el caso de la bebé la frustración era de él, la beba solo le
reclamaba abrazos y tiempo pero él quería para ambas lo mejor, la reina y la
princesa de la casa deberían ser tratadas como tales y un caballero debe estar
dispuesto a todo por ellas. Sentía que ya no alcanzaba con solo cubrir lo
básico, que era poco para ellas y se decidió. Sacó la foto de la billetera, la
beso, acarició los dos hermosos rostros y las dejó sobre el escritorio. Se dió
vuelta y caminó con paso firme hacia la ventana. Cuando la abrió se dió cuenta
que la brisa de la planta baja en el piso 20 era viento y su primer impulso fue
retroceder pero se detuvo mirando hacia adelante y se aferró al marco de la
ventana.
No
había vuelta atrás, la decisión estaba tomada, evitó bajar la vista para evitar
el vértigo y se vió reflejado en el edificio de enfrente. De una de las
ventanas se asomaron algunos oficinistas y se quedaron petrificados mirándolo,
todo el mundo sabía que cuando alguien llegaba a ese punto era por necesidad y
que no se podía hacer nada para evitarlo. Miró la foto de sus amores sobre el
escritorio y sacó todo el cuerpo afuera. El viento lo hacía dudar y prefirió
hacerlo de golpe, si lo hacía paso a paso sabía que se arrepentiría. Por un
momento se vió impulsado a mirar hacia abajo y se obligó a no bajar la vista,
lo mejor era vaciar su mente de todo lo que lo rodeaba así que pensó en su
Reina, su Princesa y en todas las promesas que tenía que cumplir. Al apoyar el
primer pié sobre la cornisa sintió como flameaba su pantalón contra la pierna,
el viento era un rugido a esa altura y parecía que quería desprenderlo de sus
prendas antes de devorarlo. Se aseguró al marco con un arnés para no caerse y
se asomó lentamente para limpiar el frente del edificio. Prometió cometer una
locura por ellas y sabía que estaba cometiendo la peor, porque había solo dos
caminos, caer 20 pisos y morir o que te maten en casa si se enteran.
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