martes, 20 de mayo de 2014

La Rosa roja

     La vida amorosa no era su fuerte, el decía que en vez de hacer el amor lo deshacía. Quizás su andar nostálgico y melancólico hacía que las mujeres se enamoren de él, con esa cosa de madres que tienen muchas que ven a un tipo así y les dan ganas de arroparlo, protegerlo y cambiarle la vida. Ese amor duraba lo que tardaban en enterarse que él no estaba triste, él era triste. Podían sacarle una sonrisa cada tanto, una rosa roja de regalo o mejorar su forma de andar tan desganada, pero de eso no pasaban y al sentirse inútiles lo dejaban pensando que ellas no servían. Lo que no sabían ellas ni nadie es que él tenía un mundo interior, escribía y mucho, poesías, cuentos, relatos, lo que sea. No podía dejar de escribir, era un artista de la desesperanza.
     Un día un amigo se puso a revisar sus cuadernos y le pidió permiso para mostrarlo en la Editorial donde trabajaba. “Sos oro en tinta” le dijo. Le contó mas o menos lo que sería un contrato standard para la distribución, porcentajes, reediciones, adelantos para próximos libros, permisos para ediciones de bolsillo, etc mientras él le decía que se lleve lo que quiera mientras abría las puertas de un placard y le mostraba que había mucho más de lo que se pensaba.
     Sus libros fueron un éxito inmediato, lo único que hizo con unos escritos fué cambiarle el nombre a los protagonistas que eran él y una de las tantas ex y se convirtió en su primer trilogía Best Seller “La Rosa Roja”. Se vendía en cantidades increíbles en todas las versiones: tapa dura, blanda, coleccionable, digital para Ipad, Ebook, lo que saliera era venta asegurada. Su primer libro de poesías tuvo tanto éxito que muchas de los poemas fueron convertidos en hermosas baladas que hablaban de amores perdidos, no correspondidos y de noches de alcohol tratando de olvidarlos. De repente se vió en tapas de revistas, le hacían entrevistas radiales y las mujeres morían por él.
     En una de las tantas firmas de libros que realizaba conoció a una hermosa mujer con la que estuvo horas hablando y sonriendo como nunca. Ella se quedó a su lado mientras agradecía a una por una por comprar su libro y les ponía una dedicatoria mientras recibía cientos de rosas rojas de regalo. Desde ese momento nunca se separaron, la rutina se volvió un paseo, ella le ordenaba las entrevistas, las presentaciones y aparecían los dos en las fotos sonrientes y enamorados. Solo tenía un problema, no podía escribir. Sus siguientes libros fueron un fracaso y ni siquiera podía escribir una poesía que no pareciera inspirada en una frase de un sobrecito de azucar, se pasaba noches deambulando por el pequeño altillo donde creaba, destrozando hojas y arrojándolas a las esquinas. Durante el día dormía o estaba malhumorado por la falta de horas de sueño y de inspiración. Una tarde encontró una nota que decía “Yo no soy tu verdadero amor, tu pasión está arriba, en el altillo. Te voy a amar siempre, besos.”

     El llanto duró lo que tardó en subir al altillo, poner una nueva hoja en la máquina de escribir y comenzar a tipear. De ahí en más todo fué cuesta arriba, su último libro fué llevado a la pantalla grande y con uno de ellos se realizó una novela en el horario Prime Time en la cual él era a partir de ahora guionista. Todas las noches que dormía en su casa ( a veces salía por ahí a tener alguna aventura con admiradoras a las que no les preguntaba el nombre siquiera) preparaba una hermosa cena, ponía velas, subía al altillo y dejaba una copa de vino junto a su máquina de escribir y cada tanto le dejaba una rosa roja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario