Lo primero que ví en sus ojos fué preocupación.
No levantaba la vista, caminaba mirándose los zapatos y arrastraba los pies,
para retrasar la inevitable llegada a destino. No era la primera vez que pasaba,
la última vez que nos separamos un rato fué en un cumpleaños, y sabía que iba a
sufrir un montón esa separación. Que esa hora, hora y media, que ibamos a estar
separadas, iban a ser un calvario, por eso al llegar al lugar la despedí con un
beso y le dije: “No te preocupes, en un rato nos vemos”, y giré para no ver
esos ojos llorosos que me decían: “No me dejes sola, volvé”.
Esta vez iba a ser igual, pero lo peor es que
iba a pasar durante semanas. Los primeros días del colegio eran así, ya lo había
comentado con unas amigas a las que les había pasado lo mismo. La separación
duele, nosotras sabemos que es por un rato pero es difícil explicarle a alguien
que no se quiere separar de nosotras un segundo que es solo por un par de
horas. Por más que disimulen y aparenten seguridad se le ve en la mirada el
dolor, el miedo, el temor a que esa separación se haga eterna.
A medida que nos acercamos al colegio me
apretaba cada vez más la mano y hacía el paso más lento. Es increible, pensé,
siempre, los primeros días los nuevos llegan tarde, pasa todos los años y va a
seguir pasando. En las últimas cuadras varios grupos de chicos nos pasaron
corriendo, gritando, arrastrando mochilas, contentos. Atrás quedaban todos los
nuevos. Ví que disimuladamente se limpiaba una lágrima que empezaba a asomar de
sus ojos. Siempre en estos momentos hace lo mismo, pero no puedo aflojarle
ahora. La miré y le dije “Estás bien?”, ella sacudió la cabeza como
despabilándose de un pensamiento profundo y me dijo, “Sí, nada.. que te voy a
extrañar, nada más”.
Esa era la señal que me hacía falta para darme
cuenta que la separación iba a ser dolorosa. A mí también me costaba dejarla,
no es fácil decirle andá, andá, y soltarle la mano como si no nos importara
nada. Quería buscar la forma de darle seguridad y a la vez demostrarle que
estoy con ella. Esto, es parte del crecer, de madurar. Yo sé que es algo
doloroso y suena a abandono, pero lo hago por su bien. Algún día, cuando lea
estas lineas me lo va a agradecer y va a decir “me ayudaste a crecer sin
miedo”.Nos detuvimos en la puerta de la escuela y le dije la frase que
practicamos con mis amigas: “ En un rato nos vemos, y no te preocupes mamá, es
mi primer día de clases, nada más”.
No quise darme vuelta porque sabía que iba a
estar llorando
No hay comentarios:
Publicar un comentario