miércoles, 7 de mayo de 2014

Lo inevitable

    Lo primero que ví en sus ojos fué preocupación. No levantaba la vista, caminaba mirándose los zapatos y arrastraba los pies, para retrasar la inevitable llegada a destino. No era la primera vez que pasaba, la última vez que nos separamos un rato fué en un cumpleaños, y sabía que iba a sufrir un montón esa separación. Que esa hora, hora y media, que ibamos a estar separadas, iban a ser un calvario, por eso al llegar al lugar la despedí con un beso y le dije: “No te preocupes, en un rato nos vemos”, y giré para no ver esos ojos llorosos que me decían: “No me dejes sola, volvé”.
     Esta vez iba a ser igual, pero lo peor es que iba a pasar durante semanas. Los primeros días del colegio eran así, ya lo había comentado con unas amigas a las que les había pasado lo mismo. La separación duele, nosotras sabemos que es por un rato pero es difícil explicarle a alguien que no se quiere separar de nosotras un segundo que es solo por un par de horas. Por más que disimulen y aparenten seguridad se le ve en la mirada el dolor, el miedo, el temor a que esa separación se haga eterna.
     A medida que nos acercamos al colegio me apretaba cada vez más la mano y hacía el paso más lento. Es increible, pensé, siempre, los primeros días los nuevos llegan tarde, pasa todos los años y va a seguir pasando. En las últimas cuadras varios grupos de chicos nos pasaron corriendo, gritando, arrastrando mochilas, contentos. Atrás quedaban todos los nuevos. Ví que disimuladamente se limpiaba una lágrima que empezaba a asomar de sus ojos. Siempre en estos momentos hace lo mismo, pero no puedo aflojarle ahora. La miré y le dije “Estás bien?”, ella sacudió la cabeza como despabilándose de un pensamiento profundo y me dijo, “Sí, nada.. que te voy a extrañar, nada más”.
     Esa era la señal que me hacía falta para darme cuenta que la separación iba a ser dolorosa. A mí también me costaba dejarla, no es fácil decirle andá, andá, y soltarle la mano como si no nos importara nada. Quería buscar la forma de darle seguridad y a la vez demostrarle que estoy con ella. Esto, es parte del crecer, de madurar. Yo sé que es algo doloroso y suena a abandono, pero lo hago por su bien. Algún día, cuando lea estas lineas me lo va a agradecer y va a decir “me ayudaste a crecer sin miedo”.Nos detuvimos en la puerta de la escuela y le dije la frase que practicamos con mis amigas: “ En un rato nos vemos, y no te preocupes mamá, es mi primer día de clases, nada más”.
     No quise darme vuelta porque sabía que iba a estar llorando

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