No supo en que momento del día fué
que pasó lo que pasó, pero cuando llegó a su casa vió algo raro
sobre la pared del pasillo y retrocedió. No era una figura, era la
sombra de alguien, un tipo alto y corpulento. Desde que vivía sola
uno de los mayores temores que tenía era llegar a su casa y
encontrarse con un ladrón agazapado esperándola para atacarla.
Retrocedió lentamente y salió del departamento, sacó el celular de
su cartera y vió la sombra frente a ella, giró bruscamente y detrás
no había nadie. Volvió a mirar a la sombra y vió que esta imitaba
sus movimientos. Levantó el celular y lo acercó a su oído y la
sombra hacía exáctamente lo mismo pero con movimientos más rudos,
bruscos. El celular cayó de sus manos y ella se tapó la boca al
mismo tiempo que su sombra masculina.
Entró a su departamento y caminó por
toda la casa mirando como su andar felino contrastaba con esa sombra
masculina de 1,80 y después de estar horas dando vueltas se resignó.
Se sirvió una copa de vino mirando cuan ridícula quedaba esa sombra
haciendo los movimientos estilizados de ella. A la tercera copa se
levantó tambaleante y alegre, torció la luz de una lámpara de pié,
puso música y bailó un tema de Madonna mirando a su sombra hasta
caerse al piso de la risa. Cuando se dió cuenta que ya era hora de
dormir pensó en el otro día, qué diría la gente cuando vea que
una chica de 1,65 y delgada lleva la sombra de un hombre enorme? Cómo
disimularía en el trabajo con tantas luces? Se bañó mirando hacia
arriba buscando el shampoo, el jabón y la toalla a tientas y no bajó
la vista hasta terminar de cambiarse, no quería ver a su sombra
desnuda ni un instante. Al acostarse tuvo que apagar la luz, la
sombra proyectada en su blanca almohada era mucho más grande que
ella y le impresionó dormir sobre ella.
Cuando se levantó trató de ignorarla
y se vistió rápido, decidió desayunar afuera para planear cuales
serían los movimientos del día; evitar lugares donde la sombra
quedara expuesta sobre una pared, aprovechar amontonamientos de gente
o los lugares donde no hay nadie y tratar en lo posible que la sombra
quede del lado de la calle. Recorrió unas cuadras y encontró un
café de esos con poca iluminación y entró a tomar algo, al
atravesar la puerta un hombre la miró sorprendido mientras subía y
bajaba la vista, ella le sonrió en forma burlona y pidió un café
para llevar. Prefería pasar frío a soportar la mirada del hombre
que descubrió su sombra enorme, se levantó las solapas, se sentó
en el banco de una plaza y miraba como su masculina sombra llevaba el
vaso de café humeante a su boca. De repente se sentó un hombre a su
lado. Ni la miró, mantenía la vista al frente como si viera algo a
lo lejos, o como si quisiera evitar ver a su alrededor. Ella agachó
la vista para tomar otro sorbo de café y la vió, era su sombra, con
un cigarrillo en las manos e imitando los movimientos del hombre que
estaba sentado al lado de ella pero con más elasticidad, más
soltura.
El bajó la vista resignado y ambos se
quedaron observando como sus sombras intercambiadas se miraban. Se
rieron de la casualidad de encontrarse en el mismo lugar, se
presentaron, contaron algo sobre como descubrieron el intercambio y
cuando bajaron la vista ahí estaban las dos sombras sentadas, como
ellos, pero tomadas de la mano.
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