viernes, 23 de mayo de 2014

Somos sombras

     No supo en que momento del día fué que pasó lo que pasó, pero cuando llegó a su casa vió algo raro sobre la pared del pasillo y retrocedió. No era una figura, era la sombra de alguien, un tipo alto y corpulento. Desde que vivía sola uno de los mayores temores que tenía era llegar a su casa y encontrarse con un ladrón agazapado esperándola para atacarla. Retrocedió lentamente y salió del departamento, sacó el celular de su cartera y vió la sombra frente a ella, giró bruscamente y detrás no había nadie. Volvió a mirar a la sombra y vió que esta imitaba sus movimientos. Levantó el celular y lo acercó a su oído y la sombra hacía exáctamente lo mismo pero con movimientos más rudos, bruscos. El celular cayó de sus manos y ella se tapó la boca al mismo tiempo que su sombra masculina.
     Entró a su departamento y caminó por toda la casa mirando como su andar felino contrastaba con esa sombra masculina de 1,80 y después de estar horas dando vueltas se resignó. Se sirvió una copa de vino mirando cuan ridícula quedaba esa sombra haciendo los movimientos estilizados de ella. A la tercera copa se levantó tambaleante y alegre, torció la luz de una lámpara de pié, puso música y bailó un tema de Madonna mirando a su sombra hasta caerse al piso de la risa. Cuando se dió cuenta que ya era hora de dormir pensó en el otro día, qué diría la gente cuando vea que una chica de 1,65 y delgada lleva la sombra de un hombre enorme? Cómo disimularía en el trabajo con tantas luces? Se bañó mirando hacia arriba buscando el shampoo, el jabón y la toalla a tientas y no bajó la vista hasta terminar de cambiarse, no quería ver a su sombra desnuda ni un instante. Al acostarse tuvo que apagar la luz, la sombra proyectada en su blanca almohada era mucho más grande que ella y le impresionó dormir sobre ella.
     Cuando se levantó trató de ignorarla y se vistió rápido, decidió desayunar afuera para planear cuales serían los movimientos del día; evitar lugares donde la sombra quedara expuesta sobre una pared, aprovechar amontonamientos de gente o los lugares donde no hay nadie y tratar en lo posible que la sombra quede del lado de la calle. Recorrió unas cuadras y encontró un café de esos con poca iluminación y entró a tomar algo, al atravesar la puerta un hombre la miró sorprendido mientras subía y bajaba la vista, ella le sonrió en forma burlona y pidió un café para llevar. Prefería pasar frío a soportar la mirada del hombre que descubrió su sombra enorme, se levantó las solapas, se sentó en el banco de una plaza y miraba como su masculina sombra llevaba el vaso de café humeante a su boca. De repente se sentó un hombre a su lado. Ni la miró, mantenía la vista al frente como si viera algo a lo lejos, o como si quisiera evitar ver a su alrededor. Ella agachó la vista para tomar otro sorbo de café y la vió, era su sombra, con un cigarrillo en las manos e imitando los movimientos del hombre que estaba sentado al lado de ella pero con más elasticidad, más soltura.

     El bajó la vista resignado y ambos se quedaron observando como sus sombras intercambiadas se miraban. Se rieron de la casualidad de encontrarse en el mismo lugar, se presentaron, contaron algo sobre como descubrieron el intercambio y cuando bajaron la vista ahí estaban las dos sombras sentadas, como ellos, pero tomadas de la mano.

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